El artista como cómplice

“En el cómic los estereotipos se sacan de unas características físicas comúnmente aceptadas y asociadas a un oficio. Dichos estereotipos se vuelven iconos y se usan como parte de la narración gráfica”

Will Eisner. La narración gráfica

 

“Todo poder conlleva cierta responsabilidad”, le decía el Tío Ben a Spiderman. Los ilustradores y los dibujantes de cómics no nos damos cuenta de nuestro superpoder, como para darnos cuenta de nuestro compromiso. Muchos de nosotros ni siquiera pensamos en la posibilidad de cambiar la realidad a través de nuestro trabajo, pero lo cierto es que podemos hacer mucho más de lo que hacemos.

En un mundo donde todo es imagen, el dibujante tiene la capacidad de cambiar la percepción del público. Es una opción a la que muchos de nosotros seguimos sin prestar atención. Continuamos devolviendo a la sociedad imágenes que perpetúan clichés sin cuestionarnos qué estamos haciendo y por qué.

Quizás deberíamos empezar por ahí. Preguntarnos:

“¿Qué estoy dibujando y por qué lo hago?”

En nosotros está la respuesta. Dibujamos estereotipos que usamos como iconos, por que creemos que estamos ayudando a la comunicación, pero en realidad estamos prolongando la percepción de una realidad limitada que afecta al receptor.

Nuestros iconos estereotipados, alimentados por la ficción y la tradición artística crean una realidad distorsionada y unidireccional. Seguimos dando una visión única de los productos culturales.

¿No debe ser la ficción libre?

La ficción es libre pero nosotros somos cómplices silenciosos de nuestra cultura.

Para salir de esta cárcel debemos liberarnos de dos grilletes:

1)   Liberarnos a nosotros mismos de nuestro “adoctrinamiento” sociocultural, puesto que es limitada y no da visibilidad a otras formas de entender la vida

2)   Contribuir a liberar con nuestro trabajo/obra dando visibilidad a esas otras formas de vida/cultura/religión...

Y liberar a la ficción:

1)   A través de los personajes: en su construcción literaria y en su apariencia

2)   De la construcción de sus ambientes/realidad

Los dibujantes como entes culturales absorbemos nuestra realidad, la sintetizamos y la plasmamos en el papel de una manera claramente colonialista. Es lo que nos toca al haber nacido en Occidente (1). Así, si dibujamos para grandes editoriales (2), la ficción será más limitada, puesto que esta supeditada a intereses económicos y gozamos de menos libertad.

En los ambientes de la ficción que desarrollamos, las mujeres siguen siendo delgadas, delicadas. Los cuerpos perfectos. No dibujamos personajes gordos, viejos, homosexuales, transexuales, minusválidos o multiétnicos. Nuestra realidad se limita al hombre-heterosexual-blanco. No es de extrañar que muchas veces en los fondos de nuestras viñetas no aparezcan mujeres o todos tengan una constitución física parecida.

Sin embargo en la construcción de personajes sus defectos los humanizan y los hacen más próximos. ¿A quién le gusta el perfecto Luke Skywalker estando Han Solo?  

Esos defectos, en cambio, la mayor parte de las veces son psíquicos no de apariencia. Lo que no es “bello” no encuentra su sitio. No hay hueco para personajes feos o que salgan de lo establecido. Hay grandes ejemplos de personajes “diferentes” que atraen la atención del público, pero la mayoría son un reflejo del “ideal” occidental. Los autores continuamos explotando clichés y personajes de la tradición literaria clásica: el hombre blanco, guapo, fuerte y heterosexual como salvador.

¿Por qué deben ser así nuestros personajes? ¿Está el arte bajo el yugo de “lo bello” por tradición histórica? ¿No se merece la ficción del s.XXI un cambio?

Creo que la representación de la realidad en la ficción como algo no-perfecto acercaría más al público y ayudaría a cambiar estructuras mentales arraigadas en la sociedad. Ayudaríamos a integrar todo lo que no es visible. Les daríamos voz y hueco a las minorías perseguidas o excluidas. Solo así la ficción no sería esclava de la cultura colonialista a la que pertenecemos. Es una meta difícil pero accesible a cualquier lápiz y ordenador del mundo. A diferencia de las grandes industrias como el cine, en el cómic o la literatura podemos contribuir más fácilmente pues el número de intermediarios e intereses económicos es menor.

Esta es la responsabilidad que tenemos.

Los guionistas y dibujantes tenemos más oportunidades de las que creemos de cambiar las cosas y aunque el engranaje industrial es grande, como he dicho antes, las páginas de esas historias pasan antes por mesas y manos. En esas mesas empieza el cambio. Desde nosotros y para los demás.

¿Cómo lo conseguiremos?

A través de la toma de conciencia de nuestro poder creativo, la autocrítica y tomando conciencia del poder de difusión de nuestro mensaje.

¿Nuestro reto? Incluir diversidad y acabar con los estereotipos. La sociedad cambia motivada por cambios políticos y revoluciones, pero sobre todo por pequeños gestos. Los que cada uno de nosotros podemos hacer en la medida de nuestras posibilidades. Nosotros, los artistas, creadores, guionistas y dibujantes tenemos herramientas para llevarlo a cabo y una de ellas es poderosísima: la creatividad. Una creatividad real y liberada de nuestra herencia cultural. Solo a través de ella acabaremos con las cadenas.

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(1) Aunque pensándolo bien, da igual que hubiéramos nacido en Oriente, la cultura Occidental es tan poderosa que colonializa al resto.

(2) Editoriales Occidentales, neoliberales y capitalistas, que divulgan su “way of life”