El valor del aprendiz

Cuando era pequeña, leyendo a Toriyama, se me cruzó alguna vez por la cabeza que la mejor manera de aprender a dibujar podía ser empezar de aprendiz con algún dibujante de trayectoria. Esta forma de enseñanza tradicional aún se conserva entre los japoneses. En el manga I Am Hero*, por ejemplo, se puede leer algo sobre los entresijos del oficio del mangaka.

Una vez que fui creciendo, mis fantasías de irme a Japón con el creador de Dragon Ball se diluyeron y en cuanto acabé COU, ingresé en la Escuela de Arte 10. Fue una experiencia inolvidable, aprendí muchísimo y disfruté del ambiente, pero también he de decir que me encuentro con profundas carencias en la educación de mi oficio.

Son esos errores los que me hacen pensar si realmente esta educación estandarizada y de programas calcados, nos enseñan de verdad o cada vez se vuelven peores. Lo único que yo veo, es que cuando me reúno con algunos de los maestros que más admiro, muchos de ellos tienen unos conocimientos que no encuentro en los programas del ministerio. Aunque lo peor no es eso, con la nueva ley de educación, la plástica tenderá a desaparecer de los colegios, los viejos maestros de las universidades con altos conocimientos se jubilarán y la enseñanza creativa contará con profesores peor formados.

Esto ya está ocurriendo.

¿Dónde podemos volver a encontrar el oficio?

La educación reglada es producto de un racionalismo que buscaba la igualdad de oportunidades, pero se ha acabado estandarizando. Lo que comenzó como un idealismo humanista, ha acabado contaminado por la burocracia, la capitalización y el mercado. El aprendizaje es un negocio, sí, incluso la educación pública. Todo ha caído en manos de esa búsqueda del lucro, llevando a las nuevas generaciones a  la decadencia y la mala formación.

Una clase política enferma y una sociedad evadida propician y aceleran este cambio social que podría desencadenar un suicidio intelectual de consecuencias impredecibles.

Sólo queda una solución: volver a los orígenes.

Estamos en unos tiempos de cambio, rápidos, de consumo fácil y desecho acelerado. Todo se devora en lugar de disfrutarlo. Quizás sea éste el momento de detenerse, tomarnos un momento para pegar una bocanada de aire y reflexionar. Tal vez la solución es el aprendizaje desde humanidad y volver a los orígenes del oficio: al taller, al aprendiz.

De ese tipo de enseñanza surgieron grandes nombres. Se me vienen a la cabeza Jijé y Moebius, por ejemplo. En el joven talento se encuentran las ganas, la fuerza y la ilusión. En el maestro, un conocimiento a base de experiencia y trayectoria. De su relación brotará una riqueza educativa que permitirá conservar conocimientos entre generaciones. Así, aparecerán distintas escuelas de ilustración, diseño o moda. Todas distintas, tantas como maestros y sus talleres. Se establecerán diferencias, aumentará la competitividad y como consecuencia, mejorará el oficio.

Este tipo de enseñanza, además, enseña humildad. El aprendiz siempre entraba haciendo cosas que no tenían que ver con el oficio: limpiar o hacer recados. De esta forma se curtía al estudiante en el mérito. Había que esforzarse para acceder a más conocimiento. La estandarización, sin embargo, trata con igualdad a los alumnos, no reconoce sus particularidades y basa su mérito en una prueba final. A diferencia, el aprendiz obtiene una enseñanza personalizada, humana, cercana y natural, entendiendo por natural la transmisión de conocimientos básica en la cultura humana. Desde los animales hasta las tribus, toda formación es personalizada.

Estamos cayendo en las garras del monstruo y castigamos al aprendiz, que ahora conocemos como becario. El puesto formativo se capitaliza para lograr más rendimiento a menor coste. Se pierde su función educativa por la económica y se le “profesionaliza” antes de tiempo. Ahí esta la decadencia.

La solución es volver a humanizarnos. Contagiar de cercanía la enseñanza y abrir las puertas de nuestros talleres. De esa manera es más probable que ganemos aprendices y perdamos becarios.

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*I am Hero trata de forma tangencial la vida de un mangaka. La obra centra su argumento en los zombies, así que no esperéis conocer más de esta industria a través de este cómic. Si buscáis algo sobre este tema, en la Autobiografía de Shigeru Mizuki hay algunos apuntes sobre la industria del manga, al igual que en Bakuman. Eso sí, os confieso que esta última no pude seguir leyéndola por su marcado carácter machista.

Sobre el mercado americano, disfruté mucho de la lectura de Shop Talk: conversaciones con Will Eisner.