Del yo al nosotros

La profesión del ilustrador se esta transformando en una herramienta más del servilismo al capitalismo actual. Bajo la búsqueda el éxito personal, la verdadera quimera del Arte, se cuela en nuestro ADN (si es que no esta ya, implícito en el sector) el individualismo y la ausencia de la solidaridad horizontal. Al contrario que, por ejemplo, los actores, quienes tradicionalmente han sido mucho más activos en cuestiones colectivas y sindicales. También es cierto que su potencial es distinto, salen en medios de comunicación y tienen más capacidad de presión, pero pienso también que, en el fondo, el cine es un trabajo más de conjunto que el del ilustrador, de ahí que nuestras luchas hayan sido infructuosas. No podemos exigir cambios en los contratos por que la lucha desde el “yo” es mucho más pobre que desde el "nosotros" y nuestro oficio es tradicionalmente contrario a lo colectivo.

Esta claro, siempre hay excepciones. Desde una posición de privilegio es más fácil escoger, elegir y negociar. No es lo mismo ser ilustrador en una cadena de producción que alguien a quien llaman por su reconocido dibujo. Desde ese escalón, el de arriba, es una responsabilidad tomar decisiones para favorecer al que todavía esta abajo. El cambio puede llegar desde distintos sitios, pero el solitario, a parte de pobre y minúsculo para en entorno, es más lento. La realidad es que somos un sector precario y leyendo el último libro de Remedios Zafra “El entusiasmo” me reafirmo en lo que, más o menos, todos ya sabemos: el trabajo creativo no goza de una situación laborable justa para sus actores. Trabajar haciendo cultura es difícil, vivimos en una constante autoexplotación y al límite económico, buscando una estabilidad que parece imposible de conseguir, casi como una leyenda urbana o como encontrar un unicornio blanco. Todos lo buscamos y lo conocemos por “un amigo de un amigo” pero es casi imposible encontrar a alguien que lo haya conseguido. Así, el gran sueño de cualquier ilustrador que es poder vivir de su trabajo, se convierte en una mera supervivencia.

Quizás la mejora de nuestras condiciones laborales pase por apostar y formar parte de alguna asociación profesional, que luche por mejorar nuestros contratos, apueste por la formación y nos asesore legalmente. Siempre desde el acto consciente de querer contribuir de forma desinteresada a ello, porque lo habitual es ceder esa responsabilidad en los “otros”. Es difícil mostrarse activo y sacar tiempo para ayudar en un proyecto voluntario y sin remuneración, pero con el tiempo me doy cuenta de que forma parte de la responsabilidad social de un artista: debemos creer que podemos mejorar las cosas y en la medida de nuestras posibilidades, pelear por ello.

Así que ¿por qué apostar por un nosotros?

- Porque se teje una red de solidaridad, conocimiento y apoyo. Conocernos nos brinda la posibilidad de compartir información que puede ayudarnos a mejorar nuestras condiciones laborales. También permite que los autores de largo recorrido intercambien conocimientos con los más jóvenes y esto hará que el gremio se reafirme y proteja de posibles ataques externos: bajada de tarifas, conocimiento del valor del trabajo, traspaso de trabajos, networking, grupos de trabajo… etc

- Porque creer en el asociacionismo es una forma de mejorar nuestras condiciones de trabajo. Ya que no tenemos sindicato o colegio profesional, las Asociaciones Profesionales nos permiten tener la llave del cambio a nuestra precariedad. A través de ellas podemos llegar a las instituciones y empresas y conseguir los cambios que necesitamos.

- Porque como profesionales tenemos una responsabilidad de dejar las cosas mejor de cómo las encontramos. El ilustrador debe ser consciente de su situación social y laboral. Reflexionar sobre esto y contribuir a mejorarla es un acto de apoyo desinteresado y necesario que ayudará a generaciones futuras y podrá dignificar nuestra profesión.