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Artista S.A

Donde no hay publicidad, resplandece la verdad.
La Codorniz

¿Qué clase de autor quiero ser?

No se trata de una pregunta fácil y su respuesta pasa por enredaderas.

El sistema en el que vivimos es una gran trampa para las aspiraciones de cualquier artista. Todos queremos éxito y fama. Se nos implanta, como en Matrix, un chip que nos ciega de ambición. El capitalismo es eso. Busca la subsistencia a través de nuestro talento y quiere la nueva moda, el siguiente artista a explotar. Engulle sin disfrute ninguno, sólo con la ambición de la marca. Queremos los bolsos con las ilustraciones de X, pero al año las tiramos por obsoletas. Todo lo que el capitalismo toca se convierte en cenizas y se esfuma. Se va. El artista se queda huérfano y a merced del mercado.

Parece que no hay alternativas, pero es cuestión de planteárselas. La actitud dubitativa de alguien que no quiere pertenecer a eso, ya es valiente. ¿Qué consejos podría dar a todos aquellos que deseen mantenerse en esos márgenes?

- Se maratonista

El consumo del arte es rápido y fugaz. Un ilustrador puede conseguir fama pero de la misma forma desaparece. Es innegable que muchos soñamos con alcanzar el éxito y rodearnos de followers, fans o seguidores. Bañarnos en una piscina de oro y lanzar dólares desde un descapotable por las playas de Miami Beach. Ese es el éxito del sistema, implantarnos unas expectativas tan fugaces e inalcanzables que son peligrosas. La solución radica en dejar de ser cortoplacistas y plantear una carrera de fondo. Desde mi punto de vista, los grandes autores son aquellos que trabajan de forma constante y se aíslan de las modas. Escapando del mercado y sus antojos además de independencia conseguirás dar valor a tu trabajo.

- Se sostenible

Uno de los mayores problemas del éxito es el condicionante que éste lleva. El mercado coarta al autor cuando consigue muchísimos lectores, por lo que acaba perdiendo libertad creativa. Su obra se supedita a los gustos de la industria. Además, cuando el autor comienza a amasar grandes cantidades de dinero, se intoxica. Hay un punto en el crecimiento que es peligroso. El equilibrio esta en ser sostenible, vivir de lo que haces con holgura y tranquilidad.

- Comunica

Lo más importante para un ilustrador es saber comunicar y es fundamental que como autores nos preguntemos qué estamos transmitiendo. Lo cierto es que en los tiempos que corren cada vez es más frecuente encontrarse con imágenes más superficiales. Como autora, echo en falta ilustradores con un verdadero trasfondo comunicativo. Es cierto que no es algo exclusivo nuestro sector, si no que está llegando a todos los campos artísticos. Se produce cuando se da más valor al producto y no al contenido. Como consecuencia el valor comunicacional desciende y su calidad también. La imagen y el mensaje se pierden para transformarse en algo impactante pero momentáneo.

- Conoce tu propia historia

Es bastante desolador ver a gente muy joven que desconoce por completo la historia de su oficio. Creo que es importante mostrar interés por nuestros predecesores, pues además de conocer nuestra propia historia, nos brindará la humildad de saber que no somos los primeros en hacer nada nuevo. Se que esto lo he dicho varias veces, pero de verdad entiendo que es un punto muy importante.

No se si esto nos ayudará de alguna manera a salir de ese gran engranaje que es la industria creativa más salvaje, pero al menos ofrece algunos puntos sobre los que construir alternativas. El autor y su valor como creador ha sido convertido en moda y espectáculo, y su valor reemplazado para ser la pieza de un engranaje mercantil. Tenemos que ser conscientes de nuestro verdadero poder, que es aquel que retoma la esencia del artista: la revolución. No hay que quemar contenedores ni usar la violencia, no es necesario, pues la verdadera revolución es aquella que comienza en el cambio de actitud personal. Un despertar de la conciencia para escapar de la programación del sistema. Sólo con ese abrir de ojos recuperaremos el sentido real del “autor” y dejaremos de ser modas o productos.

 

El salvavidas de Internet

"Los privilegios tienen en esta materia, como en toda otra, los inconvenientes de disminuir la actividad, de concentrarla en un reducido número de manos, de cargarla de un impuesto considerable, de provocar que las manufacturas del país resulten inferiores a las manufacturas extranjeras. No son, pues, necesarios ni útiles y hemos visto que eran injustos. […] No puede haber ninguna relación entre la propiedad de una obra y la de un campo que puede ser cultivado por un hombre, o de un mueble que sólo puede servir a un hombre, cuya propiedad exclusiva, se consecuencia, se encuentra fundada en la naturaleza de la cosa... la propiedad literaria no es un derecho es un privilegio y como todos los privilegios, es un obstáculo impuesto a la libertad, una restricción evidente a los derechos de los demás ciudadanos...”
Condorcet

 

Con la llegada de las nuevas tecnologías las cosas están cambiando muy deprisa en la creación del cómic y la ilustración. No así el mercado del libro, que no termina de congeniar con Internet y la venta no se asienta del todo en las redes. Puede que esto se deba a los desorbitados precios de las editoriales, pero también a que el lector sigue siendo un coleccionista potencial y tiene un especial fetiche con lo tangible. Por eso, la piratería todavía no supone un gran problema a la industria del libro.

Aunque sí que creo que a la larga los cómics y los cuentos tenderán a desaparecer, sobretodo por una cuestión ecológica. Es inviable, desde mi punto de vista, continuar con esa cantidad ingente de novedades publicadas que alimentan a miles de consumidores en el mundo y, por otra parte, las nuevas tecnologías brindarán en unos años la posibilidad de ver nuestros cómics en los dispositivos electrónicos. Bueno, esto ya es una realidad, pero me refiero a de forma generalizada y en todos los ámbitos del cómic, no sólo en los comicbooks de Marvel o DC, sino también en novelas gráficas o libros ilustrados.

Así que no cabe duda. El futuro del libro es incierto y ante esto los autores tenemos que dar un paso adelante para ver qué podemos hacer por cambiar las cosas.

Es innegable, ese cambio pasa por Internet. Ahí es donde cabe lo mejor y lo peor para los artistas. Lo mejor para su creatividad, inteligencia y saber. Lo peor para sus derechos y su futuro, que realmente es incierto y nos obliga a plantearnos muchas preguntas. Sin embargo esto es bueno. Renovarse o morir, como se suele decir. En el sector de la ilustración es imprescindible aplicarnos el dicho. Como autores debemos pensar en el futuro de los derechos de autor y darle una vuelta a la propiedad intelectual.

No sé, tampoco, si tiene mucho sentido hablar de "propiedad intelectual". Primero por qué me parece un término cada vez más infectado de intereses mercantilistas, inculcado desde el capitalismo artístico y tan arraigado en los autores que se ha convertido en una especie de enfermedad. Es normal que la imagen del creador se haya visto afectada entre el público. Nos negamos a aceptar que los tiempos cambian y luchamos por mantener un modelo de retribución que surgió en el renacimiento. Es inviable.

¿Pero de dónde viene este término? ¿Qué son los derechos de autor de los que siempre se hablan?

No soy una experta en la materia y seguro que entre los presentes hay alguien que sabe más que yo*, pero la propiedad intelectual nació para proteger al impresor, no al autor. En el planteamiento inicial ya hay algo que está fallando, el interés principal de esto no es el autor, ni su obra, es su explotación comercial y el beneficio económico que esto genera. Ya en el propio nombre, propiedad intelectual, hay un concepto equivocado de la creación artística. Se denomina propiedad a la obra, como si esta fuese un bien inmueble. Parece que hace tiempo murió el amor a la cultura y sólo sobrevivió el amor por lo que genera. Triste, pero al fin y al cabo hijo del sistema económico en el que vivimos.

A lo largo de la historia se han planteado debates acerca de los "derechos de autor" y la "propiedad intelectual". Ya que, mientras que la primera busca una protección de la obra y su creador, la segunda es un mecanismo de protección mercantil, orientada a la explotación económica de la misma. En el caso de los libros se realiza a través de los derechos de autor. Para haceros una idea, el creador de una obra recibe en torno a un 8% de Precio de Venta al Público (PVP). Es decir, que de un cómic que hayan editado 1000 ejemplares y que cueste unos 22€, el autor se llevará unos 1700 euros. Estaría genial recibir este dinero si se vende toda la tirada en el año de la publicación, pero normalmente el autor recibe este beneficio de forma intermitente y espaciada en el tiempo. La ley obligar a hacer cuentas a las editoriales de forma anual, pero tampoco hay organismos que los controlen y los autores sepan sobre las cifras de ventas. Las distribuidoras tampoco dan datos. Así que el autor se encuentra solo o con gigantes gestores que buscan cobrar hasta por respirar. O calvo o con dos pelucas, vaya.

Internet está acabando con los derechos de autor tal y como los conocemos. O mejor dicho, la red está acabando con el copyright. El capitalismo está condenado a reinventarse e intenta buscar un mecanismo de control para asegurarse su trozo del pastel. En una agonía desesperada, da sus últimos zarpazos e instaura los DRM en los libros, por ejemplo. Para quién no lo sepa, los DRM son un sistema con el que la editorial se asegura de que solo leas un libro en un dispositivo y no lo piratees. Algo absurdo y en contra de los derechos del público lector, quitando su libertad para asegurar los ingresos a la editorial.

Seamos sinceros. Los derechos de autor, los que se refieren a la explotación de la obra, tal y como hemos visto, no sirven para nada. A los creadores no les supone un ingreso elevado. Es una ayuda, es cierto, pero a no ser que seas un autor comercial, el 8% no nos paga las facturas ni el tiempo invertido en la creación de un bien artístico. Así no se protege al autor. Los derechos de explotación deben evolucionar. No sé exactamente cómo ni hacia dónde, pero hay que plantear nuevos caminos.

Bueno, o tal vez sí, puede que esos pasos hacia un sistema más justo, estén en Internet. Scott McCloud, que ha sido un visionario para estas cosas, lo llamaba "micropagos" y el tiempo le ha dado la razón. En cuestión de  unos años, ha nacido el mecenazgo de Patreon, el crowdfunding y plataformas web como Panel Syndicate, Aces Weekly o la más reciente Electricomics.

¿Estarán en internet los derechos de autor? Sí. Es indudable. Los nuevos derechos aparecen mientras que los antiguos están condenados a extinguirse. Quizás de las cenizas de todo esto surja algo bueno, quizás la creatividad vuelva a ser la abanderada de la libertad y la muerte para esa máquina devoradora de talento que es el capitalismo artístico. Sólo así el creador será consciente del verdadero valor de su obra y pueda vivir de ella.