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El cómic del abrazo

Me gusta pensar que el cómic es un arte complejo, tan interesante como el cine de Bergman o tan intenso como un cuadro de Picasso. 

También es un medio de comunicación de masas y un arte sujeto a los intereses de la industria. 

Y como ocurre en cualquier arte, hay distintas corrientes. De esto ya habló algo Scott McCloud en su libro "Entender el cómic" y también, aunque de forma más tangencial, encontré el mismo análisis en el libro "El guión" de Robert McKee.

Podríamos resumir sus análisis afirmando que hay dos tipos de cómic*: funcionales y formales.

Los cómics funcionalistas son aquellos en los que se antepone la narración y la claridad frente a otro tipo de exigencias: estilo, innovación... En este grupo incluiría a autores pioneros como Milton Caniff o Hugo Pratt, dibujantes curtidos en tiras diarias y semanales que saben narrar de la forma clara y contundente. En los funcionalistas también cobra importancia el estilo, que suele tender hacia la figuración en distintos grados.

Los autores formalistas son aquellos que anteponen la "formalidad" de la historieta, su lenguaje externo, frente al "fondo", la historia que nos esté contando. 

Lo habitual es que, a mayor experimentación formal, menos preocupación por el contenido. La historias son más sencillas por que al manejar elementos tan indispensables de este arte como la narración o el estilo, la profundidad de éstas debe ser menor. Un cómic con un estilo/narración muy experimental y una historia contundente puede ser una bomba sensorial imposible de asimilar. Aunque hay excepciones, lo normal es que a mayor espectacularidad visual, menor contenido. La formalidad es innovación pura. Si aumentamos esta tendencia es inevitable llegar a su última expresión: la abstracción y el cómic abstracto.

Es frecuente encontrar entre los compañeros afinidades a las distintas corrientes. Hay quieres valoran la vanguardia y hay quienes la rechazan. Conservadores y liberales. Ocurre en todos los medios y el cómic no iba a ser una excepción. 

He leído debates en las redes sociales en los que estos mundos se enfrentan. La mayoría de las veces se opta por defender de forma muy vehemente una postura y se niega la del contrario. La discusión no debería ser esa. Me gusta compararlo, aunque no tiene nada que ver, con a la "política del abrazo" que defendía Carmena tras las elecciones. No hay que acabar con el contrario: hay que abrazarlo y ganárselo. Encontrar posturas y abrir debate. Esa filosofía es pacífica y demuestra una mayor inteligencia emocional.

No creo que esos dos mundos estén enfrentados y sean irreconciliables. Aristóteles decía que "la virtud esta en el equilibrio". Hay ejemplos de las dos corrientes combinadas en perfecta armonía. Autores como Tezuka o Mathieu son algunos ejemplos. En ellos podemos ver la inteligencia de la narración tradicional con toques experimentales que desconciertan, ayudan o trastocan al lector.

Los extremos, como siempre, limitarán la visión de cualquier medio. Cuanto mayor sea nuestro abanico lector (y más variado), aprenderemos más y seremos más tolerantes. El conocimiento aporta libertad. Este es uno de los consejos que más doy a mis alumnos.

El valor de una obra artística, sea cual sea, no puede reducirse a un estilo o finalidad. Es una combinación de factores que hay que tener en cuenta. Valorar el contexto es comprender mejor las obras. Puede que un cómic no sea de tu gusto, pero eso no le quita valor artístico ni es peor que otras concepciones. Hay que aprender a quitarse prejuicios y comprender otras formas de este arte. Esto es la base para crecer como autores y lectores.

*o de guiones en el caso de Mckee